Dirigida
por Fritz Lang, “Más allá de la duda” es la última película que el director de
origen austriaco realizó en Estados Unidos antes de regresar a Alemania.
Tom
Garrett (Dana Andrews) planea con la
ayuda de su futuro suegro (Sidney
Blackmer), ser incriminado en el asesinato de una bailarina con el fin de
demostrar la ineficacia de una justicia que es capaz de condenar a la silla
eléctrica a un sospechoso con pruebas únicamente circunstanciales. Para ello
colocan pruebas falsas en el escenario del crimen. El plan empieza a
complicarse y necesitará la ayuda de su prometida, Susan Spencer (Joan Fontaine), para convencer al fiscal (Philip Bourneuf) de su inocencia.
En
“Más allá de la duda”, Lang arremete contra el sistema judicial y defiende la
presunción de inocencia. Hay que recordar que durante los años 50 un clima de
opresión se cernía sobre la industria cinematográfica americana. El Comité de Actividades Antiamericanas
llevó
a cabo la persecución de actores, directores, guionistas,… acusándolos de
comunismo (casi siempre sin prueba alguna). Esta fue una de las razones que
hicieron que el director volviera a Alemania.
El
protagonista toma el papel de “falso
culpable” perseguido por la justicia tan característico de Hitchcock
(aunque en este caso es él mismo quién se mete voluntariamente en la boca del
lobo). Los acontecimientos transcurren según lo previsto hasta que nos
encontramos con un giro del destino del protagonista tan necesario como
predecible. A partir de aquí tienen lugar una serie de sucesivas “vueltas de tuerca” con el fin de
mantener al espectador confuso y expectante sobre el sino de Tom Garrett pero
que resultan poco creíbles y precipitadas. Además el guión hace aguas en
ciertos momentos (todo esto lo desarrollo en el apartado SPOILER).
El
peso de la película recae en Dana Andrews, mientras que Joan Fontaine tiene un
rol bastante secundario, aunque gana protagonismo hacia el final de la cinta y
su personaje resulta decisivo en la resolución del caso. En general las
actuaciones son muy correctas.
Para
concluir, un suspense que pasa bastante desapercibido en la filmografía de
Fritz Lang principalmente por sus carencias y errores argumentales.
Como
ya he dicho, la primera vuelta de tuerca es totalmente necesaria para crear el
suspense que requiere la película. Sin embargo, con su ejecución no estoy tan
de acuerdo. La escena del atropello no está tan bien ejecutada como cabria
esperar de un genio con Fritz Lang. La aparición de un nuevo sospechoso, el
descubrimiento de la muerte de este y la aparición de la carta que absuelve al
escritor son un vano intento de confundir al espectador ocurriendo encima en un
lapso de tiempo brevísimo.
La
investigación del caso resulta además poco creíble. Por ejemplo, Garrett mancha
uno de los asientos de su coche con maquillaje como prueba inculpatoria y
limpia sus huellas del mismo. Esto no tiene ningún sentido porque alguien tan
cuidadoso como para limpiar las huellas limpiaría también el asiento, algo de
lo que no se percata ni policía ni el fiscal.
Para
concluir, el error más grave en mi opinión ocurre en el desenlace. Susan
descubre que Tom es el asesino porque a este se le escapa el verdadero nombre
de la víctima. Resulta totalmente descabellado pensar que una persona tan fría
y calculadora como nos quieren pintar al protagonista sea capaz de cometer un
error tan tonto.
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